En los años cincuenta, el condado de Greenville, en Carolina del Sur, es un lugar salvaje y exuberante, hermoso y terrible. Huele como en ningún otro sitio: a hierba recién segada y manzanas verdes, a pañales y cerveza, a perfume barato y aceite de motor. Allí vive la familia Boatwright, un clan de hombres toscos y bebedores que se lían a tiros desde sus camionetas a la primera de cambio y de mujeres ingobernables que se casan demasiado pronto y envejecen demasiado rápido. Una estirpe regida por el desempleo, la inestabilidad, la violencia y los embarazos adolescentes, y que vive en los porches todo el verano, tomando té helado, pelando habas y escuchando las historias de la abuela o las melodías de los grillos.
En el corazón de esta novela autobiográfica sobre una joven que se enfrenta al abuso y el desamparo, se encuentra Ruth Anne Boatwright, apodada Bone, una niña bastarda que observa y narra el mundo que la rodea con una mirada despiadada y lúcida, con una mezcla de naturalidad y agallas, y también con un humor irreverente y sin escrúpulos. Su desgarradora historia rezuma rabia, pero también generosidad y amor.
Cuando se publicó en Estados Unidos, «Bastarda» fue un acontecimiento que le valió a su autora tanto ser finalista del National Book Award como el reconocimiento por su extraordinaria valentía, por su retrato implacable, honesto y con una prosa visceral de esa dura infancia en el sur rural que era un remedo de la suya propia. Aclamada por la crítica, la novela, que generó controversia por su retrato del abuso sexual, ha aparecido con frecuencia en listas de libros prohibidos. Considerada a menudo la primera escritora de su generación en reproducir las vidas y el lenguaje de los blancos pobres del Sur, los críticos han comparado a Dorothy Allison con William Faulkner, Flannery O'Connor y Harper Lee.