Hacia la mitad de su vida, el artista G empieza a pintarlo todo al revés; con el tiempo, acaba dibujando también a su mujer cabeza abajo, la retrata poco agraciada. Sus cuadros consiguen un éxito enorme. En París, una mujer ataca a otra en la calle. La atacante huye, pero no sin antes darse la vuelta para contemplar a su víctima, como un pintor alejándose unos pasos del lienzo. A los veintidós años, la pintora G deja su casa para empezar una nueva vida en otro país, lejos de sus padres. Sus cuadros suscitan la desaprobación del hombre con el que más adelante acaba casándose. Cuando una mujer muere, sus hijos se enfrentan a su legado: las historias que contó, el papel que les asignó a cada uno de ellos, las formas en las que los privó de su amor. Su muerte es una especie de liberación.