1890. Un coronel francés entra en Segú, ciudad de África Occidental, y se apodera de un tesoro compuesto por joyas y un sable que se lleva de regreso a la metrópolis. Junto a ellos, también viajaron dos jóvenes: un niño y una niña separados a la fuerza de su entorno y «trasplantados» en Francia. A él, valeroso ya a su edad, el coronel lo encuentra blandiendo el sable para defender a su madre del ataque de las tropas; a ella la «acoge» como compañía para sus sobrinas. Tanto los objetos como los jóvenes se utilizaron para demostrar la supuesta supremacía de la civilización occidental. Siguiendo los pasos de este botín, Taina Tervonen descubre una truculenta historia colonial de la que los objetos son testigos silenciosos. Mientras Senegal exige desde hace décadas la devolución del sable, Francia lucha por dar respuesta a esa demanda, atrapada en una camisa de fuerza ideológica y jurídica. Es un patrimonio tangible, pero también intangible: generaciones y generaciones de senegaleses han crecido sin acceso a su imaginario cultural. Con el saqueo de aquellos objetos, se secuestró también parte de su identidad.