Hay palabras que no sirven para nada: cuerpo, luz, deseo. No sirven para nada porque sirven para todo, porque pronunciar-las es atraer hacia la tierra a todos los cuerpos extraños que la harían estallar, y al mismo tiempo es como mecerla levemente, dulcemente, como si alrededor de ella no ocurriera nada. Me gustan las palabras cuerpo, luz, deseo. Me gustan porque lo significan todo para quien las lee, y tal vez nada para quien las escribe, o viceversa. Me gusta decir luz y quedarme ciega, decir cuerpo y saberme aire, o pronunciar deseo y no querer nada, ni a nadie, ni nunca más. Sólo una buena voz sería capaz de pronunciar estos conceptos y salir ilesa de la guerra que ello conlleva. Sólo una buena curadora de gestos. Una buena bruja. Una buena poeta. Carla Nyman hace magia, y cura y revienta el aire. Carla Nyman escribe sobre el cuerpo, la luz y el deseo, y nos deja con la boca abierta y las manos suaves. ¿Se puede tocar un poema? Se debe: y aquí se hace. Carla Nyman restriega todos sus poemas contra nuestras manos y nos entrega lo mejor del género que practica, esto es, una lírica que en vez de sentenciar, sugiere; que en vez de imponer, susurra, y que en vez de oprimir, ama.
Luna Miguel