Ni revolucionario, ni socialista, ni anticapitalista: el fascismo fue, desde su mismo comienzo, una contrarrevolución preventiva, un movimiento impulsado por las fuerzas burguesas y reaccionarias contra las organizaciones obreras y las conquistas que éstas arrancaban a la democracia.
Este fue el diagnóstico de una lúcida mujer testigo de primera mano del nacimiento del partido fascista: Luce Fabbri, anarquista e hija de anarquistas, intelectual sensible de espíritu generoso y vocación utópica, que en 1929 tuvo que abandonar para siempre Italia junto con su familia, debido a la persecución del gobierno de Mussolini, instalándose en Uruguay.
Los análisis de Fabbri no son un mero ejercicio de arqueología política, sino que sirven de poderosa advertencia para nuestra época: unos tiempos en que los autoritarismos de todo signo se asientan en multitud de países, desde el neofascismo de Meloni en Italia al neoliberalismo ultra de Trump en Estados Unidos.