Durante muchos años, en una carpeta verde se acumulan apuntes. Se lanzan allí dentro, sin mirarlas apenas, líneas atisbadas entre las prisas de cada día, mientras se hace otra cosa, mientras se atiende a lo que otras voces han dicho siempre que es más importante.
Hablan de amor y de heridas, de frustración y de asombro, de enfado y de belleza. De todo eso que late en el centro mismo de lo que somos, pero se aplasta con inercias y silencios.
Un día, se abre la carpeta.
En este tiempo, dentro de ella ha crecido un mundo vivo. Hay en él desiertos y lianas y orquídeas y bichos y al fondo está el mar. En su espesura se mezclan los nombres y las historias; se revelan los extraños patrones que tejemos desde niñas y que a menudo nos enredan los pies.
Comienza entonces el viaje por la tierra de más adentro. ¿Para empezar a entender?