En algunos casos mi trabajo en ellos fue de puro pulido: enriquecer su imaginario y lenguaje, unificarle estilo, condensar y organizar su estructura. En otros hizo falta meter algo más de mano: desarrollarlo, revelar sentidos, o reescribirlo sobre la idea original. He trabajado no obstante sobre cada uno con el mismo amor y el mismo odio con el que trabajo a los míos. Una experiencia gozosa y gimnástica que repito desde hace muchos años: sentarme resignadamente tras la cena durante los meses de cursada con una copa del tinto que me gusta a jugar con ellos.