Mallorca, verano de 2017.
Pedro tiene 29 años y un trabajo precario en una agencia de alquiler de coches. Indolente y acomodaticio, no sabe muy bien qué hacer con su vida. Eli tiene 26, es una inmigrante boliviana, camarera de habitaciones. Intenta sobrevivir.
Ambos son meras piezas del engranaje turístico, representantes de una generación abandonada a su suerte. Los dos vivirán una temporada de amor y sexo, ambición y derrota. A través de su retina, el lector se asomará a la «cara B» del supuesto paraíso que habitan.
«Quién se atreve, sesenta años después, se pregunta Pedro, a cuestionar el dogma del turismo, su liturgia y sus apóstoles. Quién se atreve a plantear ahora, tras sesenta años de abnegados servicios, que la gran ramera del templo debe reconvertirse, jubilarse. Hay que estar loco para proponer algo así. Aquí no hay reconversión ni jubilación que valga, los votos eran para toda la vida. Hasta que reviente».