«El tipo perfecto del noble español renacentista, de ingenio excelente, intrépido, lleno de todos los atractivos personales y fundamentalmente inmoral». Gregorio Marañón Caballero entre los caballeros, poeta entre los poetas, donjuán entre los donjuanes, tahúr entre los tahúres de burdel. Tan exquisito como insidioso en la palabra. Tan arriesgado como apasionado en los dormitorios ajenos. Tan hábil como excesivo con los naipes. Tan gallardo montando a caballo como implacable alanceando toros, hasta el punto de que inventaron para él, según dicen, la expresión de «picar demasiado alto». Don Juan de Tassis, conde de Villamediana, escribió su propia leyenda en el Siglo de Oro: la de un caballero español cuya fama, de Flandes a Roma y de Nápoles a París, traspasó todas las fronteras. Gozaba del don de la insolencia. Los poetas lo respetaban por sus sonetos. Los políticos lo temían por sus sátiras. Las damas eran presa de su seductora galantería, al tiempo que de su carácter indómito y formidable.