El turismo es la industria más grande del mundo, a pesar de ser practicado por solo el 3,5% de la población
Un lujo reservado para los occidentales que, desde la llegada de las vacaciones pagadas, tienen la obligación de escapar y entretenerse.
Pero, ¿quién no se ha sentido mal alguna vez visitando una tienda de souvenirs, que podríamos haber bautizado igualmente como tienda de los horrores? ¿O quién no ha sentido vergüenza en una playa en el Caribe donde sólo se broncean blancos? ¿O quién no ha vuelto de vacaciones sintiéndose bastante absurdo? Incluso los turistas mejor intencionados (concienciados) contribuyen a esa mundofagia turística. Y nada parece detener esta conquista desmedida de todos los rincones del mundo: ni la contaminación que impone, ni la desaparición de los aspectos culturales que vienen a nivelar y menos aún el trato con el Otro que reduce a una relación de mercado.
¿Podemos escapar del turismo? Rodolphe Christin nos invita a redescubrir la esencia del viaje: preferir el camino al destino y desaparecer en lugar de aparecer en todas partes.